La psicología de las caricias, uno de los legados de Eric Berne, creador del análisis transaccional, nos permite diferenciar el contacto y la comunicación que nos nutre, de aquel que nos desnutre. El tipo de caricias recibidas de pequeños condiciona nuestra vida adulta, por eso es necesario hacer un trabajo de conciencia con nuestro niño interior, para re-configurar nuestra identidad y sanar nuestras heridas.
“A pesar de que el niño no conoce ni comprende la dinámica sutil del amor, siente desde muy temprano una gran necesidad de amar y la falta de amor puede afectar a su crecimiento y desarrollo e incluso provocarle la muerte”
Leo Buscaglia
La psicología de las caricias: El legado de Eric Berne, creador del análisis transaccional
Toda persona tiene necesidad de ser reconocida por los demás.
De igual forma que la necesidad de alimento es saciada con comida, para subsanar la necesidad de estimulación relacional es necesario para nuestra salud que la persona sea tocada y reconocida por los demás. Nacemos con este hambre.
Eric Berne, creador del análisis transaccional, llamaba «caricia» a la unidad de contacto o reconocimiento que se define como «cualquier acto que implique el reconocimiento de la presencia de otro». Una caricia es cualquier estímulo social dirigido de un ser vivo a otro y que reconoce la existencia y valía de este. Tiñen las relaciones humanas de distintos colores.
En la teoría del Análisis Transaccional se exponen dos tipos de contacto. Estos dos tipos de contacto invitan a vivir en lo agradable o desagradable de la vida, nutren o desnutren la autoestima, y llevan al niño a conectar con su dignidad o con su minusvalía.
Y como sociedad debemos cuidar el cuidado, y cuidar a los cuidadores.
Aprender a diferenciar el contacto y la comunicación que nutre o desnutre
Las caricias positivas pueden ser verbales, corporales o acciones, manifestaciones como “te quiero” o “lo estás haciendo bien, aunque te cueste”, dar un abrazo o mirar a los ojos de un niño desde nuestra ternura, hacer un regalo sorpresa,…
Las caricias negativas también pueden ser verbales, corporales o acciones; comentarios sarcásticos, ignorar las acciones del niño, humillar, despreciar o rebajar su dignidad, no valorar un dibujo infantil,…
- “Deberías ser capaz de hacer esto solo”
- “¿cómo es que este niño no sabe atárselos zapatos?”
- “mi padre nunca vino a ver lo bueno que era jugando a futbol”
El trabajo con el niño interior para sanar nuestras heridas
Las caricias negativas pueden producir heridas de menor a mayor profundidad. Este tipo de caricias recibidas de pequeños condiciona nuestra vida adulta, por eso es necesario hacer un trabajo de conciencia con nuestro niño interior, para re-configurar nuestra identidad y sanar nuestras heridas.
Un cuerpo vulnerable, y todos lo somos ya sea en la infancia o en la adultez, necesita caricias para hacer frente el miedo, a la incertidumbre, al vacío, a la duda, …a los grandes temas de la vida.
La piel del niño, necesita ser acariciada por una mano, por una voz y su tono, por una mirada, por el abrazo. Para acariciar debemos acercarnos e inclinarnos. La caricia nutricia no se puede planificar, surge de un adulto que escucha su experiencia, y la del niño. Por eso necesitamos adultos atentos que escuchen lo vivencial. Es un gesto que comunica, que nos humaniza, que da o quita dignidad y valor a nuestras relaciones.
Un ser vulnerable no puede vivir sin caricias. Igual que las caricias nos permiten curar las heridas, las viejas y las nuevas.
Ejercicio para cuidar nuestro niño interior
Ahora en el presente, evoca a tu niño interior, y pregúntale qué necesita de tu adulto.
- ¿Qué caricias necesita tu niño interior?
Es importante cuidar de nuestro niño y de nuestro adulto. No olvidemos que sufre tanto el que no recibe caricias, como el que no las da.
Pon caricias en tu vida.
¿Qué dos obsequios te vas a dar esta semana?
P:e: tomarte un te chai en la plaza, dar un paseo por el bosque, ir al cine, …