Las enseñanzas de Buda, la mente y el sufrimiento humano: La primera y la segunda flecha
El sufrimiento existe, es inmanente al vivir. Esta es la primera noble verdad de Buda. Sin embargo, cuando el sufrimiento se alarga demasiado en el tiempo, boicotea nuestra potencial y bienestar. Es importante aprender a distinguir el sufrimiento innecesario, para gestionar de un modo más sano las inevitables vicisitudes de la vida.
Buda, y la mente ecuánime y condicionada.
La primera noble verdad del Buda es que el sufrimiento existe, es inmanente al vivir.
Todos por el camino de la vida nos encontramos adversidades, dolores, frustraciones, pérdidas y contratiempos. La vida nos pone en jaque, pero nosotros podemos mover nuestras fichas.
El Buda consideraba que en el mundo hay personas de mente ecuánime (los que han seguido las enseñanzas del Sabio) y personas de mente condicionada (aquellas que reaccionan desde su ego).
Y el Buda dijo:
“Los condicionados, cuando tropiezan con alguna desgracia, experimentan pena y dolor, como es natural e inevitable, y después se afligen, se lamentan y se obsesionan con la tragedia que les ha golpeado. Su reacción es como si inicialmente se les clavara una flecha corporal seguida luego por otra flecha mental; esta segunda flecha, más duradera y punzante, termina haciéndoles esclavos del sufrimiento. Los ecuánimes, por su parte, también sienten la pena y el dolor de las desgracias, pero, sin afligirse ni lamentarse, pasan de largo por ellas. Ellos también sienten el dolor y la pena de la primera flecha y corrigen las cosas que sean remediables. A diferencia de los condicionados, la segunda flecha no hace blanco en ellos y los ecuánimes nunca se convierten en esclavos del sufrimiento”.
Tratar el sufrimiento en terapia: Del dolor neurótico al dolor original
La primera flecha es un dolor o un sufrimiento que nos encontramos en el camino del vivir, una perdida, algo que nos sale mal, una oportunidad perdida.
Una pareja me deja, pierdo un objeto valioso, daño a un amigo, me hago mayor, …
La primera flecha es el dolor original, el inevitable sufrimiento que podemos experimentar en nuestras relaciones.
La segunda flecha es cómo gestionamos la primera, la reacción de pena, obsesión, melancolía y preocupación que experimentamos ante el sufrimiento que hemos vivido.
Me abandona una pareja y tardo cinco años en recuperarme, me obsesiono con el objeto que perdí, me enfado por enfadarme, me torturo con la idea de hacerme mayor, …
La segunda flecha es el dolor neurótico.
Así fácilmente desde nuestra mente condicionada, es como si hubiéramos sido alcanzados por dos flechas, la segunda nos la lanzamos nosotros.
El sufrimiento se alarga en el tiempo, nos contamina, boicoteamos nuestro potencial y plenitud.
Esta segunda flecha es la que el Buda se propone erradicar y liberarse de él.
Su eliminación es lo verdaderamente importante, diría el Buda.
La persona dentro de un proceso de terapia individual aprende a dar espacio, digerir y metabolizar la primera flecha y paralelamente aprende a no lanzarse la segunda flecha pudiendo templar el automachaque y cultivando el autocuidado.
“En su peregrinación dos monjes Zen llegan a algún sitio empantanado donde una bella joven no se atreve a cruzar por no ensuciar su traje de seda. El monje mayor, sin pensarlo dos veces, levanta a la mujer en sus brazos y la baja tan pronto alcanza la otra orilla. Tras varias horas de caminar sin pronunciar palabra alguna, el monje más joven rompe su silencio: ‘¿Cómo se atrevió usted a tocar a esa mujer tan hermosa?’ ‘Yo la solté tan pronto crucé el pantano’, respondió el veterano monje.
“Usted todavía la lleva cargada’”.
Ten mucho cuidado con la segunda flecha, esta si depende de tu conciencia y de tus recursos personales.