Artículo publicado en la Revista Nº 41 de Terapia Gestalt (AETG)
Invitados a la introspección
«La introspección es el primer paso hacia la transformación, y yo entiendo que, tras conocerse a sí mismo, nadie puede seguir siendo el mismo.»
Thomas Mann
El confinamiento total que empezó el 15 de marzo de este año 2020, abrió un espacio de tiempo y de reclusión. Tuve la sensación de que “el monasterio venía a casa” y estábamos casi obligados a introspeccionarnos, a revisarnos, a posicionarnos de un modo más sano ante una situación nueva y traumática.
Nuestro estilo de vida habitual en la mayoría de casos se paró de forma radical.
La pandemia nos conectaba a con nuestra fragilidad estructural, como escuché en una ocasión a Joan Garriga “somos muy pequeños ante la enfermedad”. De igual modo trabajar con nuestra vulnerabilidad nos permite sostenerla y compensarla, sin poder eliminarla. De ese trabajo con lo vulnerable surgen nuestras riquezas y puntos de apoyo. El encierro externo propiciaba entrar en nuestro medio interno.
El confinamiento era una situación nueva, nunca vivida antes. Me remito, al título y al libro de “Gestalt Terapia de la situación” de Georges Wollants quien manifiesta que el verdadero dominio o ámbito de la terapia Gestalt es la “situación”, el inevitable “intercambio de interacciones relevantes del ser humano y su entorno…”. El autor ponía el énfasis en la Gestalt como un diálogo organismo-ambiente, un proceso dialéctico que confrontaba al sí-mismo-aislado-auténtico del fundador Fritz Perls.
El autor hablaba de cierta ética en esa dialéctica ser-situación y de una Gestalt eminentemente “interaccional y situacional”.
Existían dos situaciones con las que relacionarse: estar confinado en casa y la situación de pandemia. Ambas despertaban distintas figuras del fondo de la situación.
La pandemia venía acompañada de los grandes miedos, a la enfermedad, a la muerte, a la pobreza económica, a la pérdida de personas amadas, a perder lo conquistado durante años,…Los grandes demonios se hicieron figura, dejaron de camuflarse e hicieron acto de presencia, y no nos dejaban salir de casa. Como individuos, y como promovía Fritz Perls, fundador de la Gestalt, era urgente transitar del apoyo ambiental al autoapoyo. Perdíamos los puntos de apoyo externos.
No podríamos tomar del entorno. La situación pedía en la línea de Perls “…disminución del apoyo ambiental, aumento de la tolerancia a la frustración, y desmoronamiento de roles infantiles y adultos…”.
Al ser lo de afuera amenazante, el ir hacia dentro, entrar en reflexión y la búsqueda de recursos internos era casi ineludible. Estábamos en casa indagando en nuestra casa interior, nosotros mismos.
Esta situación nunca la habíamos vivido, cada ser la vivía de una forma individual según su memoria traumática, según sus relaciones anteriores con situaciones parecidas, que no iguales, surgían distintas figuras a ser atendidas. La percepción de la situación está modulada por la memoria traumática individual.
Gracias al confinamiento pude tomar conciencia de mis confinamientos anteriores los que había vivido en mi adolescencia. No haber salido de casa en 7 días, o de cómo vivía el colegio como un campo de concentración, la convivencia con mi madre…Yo y algunos clientes ya habíamos estado confinados anteriormente. Mi memoria traumática me reconectaba a mi miedo a infectarme, mi miedo a los demás… Reconocer estos episodios anteriores me permitía diferenciar los miedos antiguos de los nuevos, además de observar que me ayudó a transitar las antiguas situaciones, reconociendo mis puntos de apoyo antiguos y nuevos. El confinamiento permitía trabajar con la memoria traumática que despertaba la situación actual y los miedos ante un hecho que, aunque era absolutamente nuevo de un modo global, ofrecía cuestiones o condiciones que remitían a experiencias pasadas: “al cerrar la oficina sentí lo mismo que cuando cerraron el colegio una semana por unas obras urgentes”.
Gracias a la Gestalt podía relacionarme desde el aquí y ahora con una situación nueva observando que fenómenos se hacían figura en la relación organismo-medio.
El darse cuenta gestáltico me llevó a reconocer que siempre estamos confinados mentalmente, y que nos pasamos el año confinados con nuestros demonios, monstruos y fantasmas en nuestro escenario mental, como compartían mis clientes: “al fin y al cabo me paso el año confinado en mi cabeza” o “me doy cuenta que siempre batallo con el demonio del miedo y el de la culpa”. Podía reconocer mi fenomenología interna habitual y la que transitaba en el día a día, desde “que bien estar en casa” a “nunca más tomaré un café en mi bar favorito”.
En este fondo de angustia, se configuraban dos figuras claras en mis clientes, la de infección o la económica. Algunos no tenían ninguna de las dos y seguían batallando con alguno de sus demonios o dilemas habituales, fuese el miedo, la soledad, la obsesión, la depresión, dejar o no dejar la pareja…Otros usaban mecanismos de evitación como la deflexión, para desconectarse y despistarse de la pandemia mirando a otro lado. Ponían su focus atencional en otro punto, hacían un zoom a otras cuestiones personales para manejar y transitar el miedo a la pandemia.
También existe la cuestión de cómo atender al cuerpo y como este vivía la situación de excepción.
Retomando a Wollants, este introduce el concepto “bodying forth”, como cada organismo (encarna o corporeiza) la situación.
La Gestalt como enfoque fenomenológico atiende a como nuestro ser en el mundo experimenta una situación.
En este caso una situación de confinamiento y una de pandemia.
Asimismo cada organismo percibe una situación de distinta manera, igual que un bosque es percibido de un modo distinto por alguien de ciudad o por una persona nacida en el desierto.
Las situaciones de mundo-vida que el cliente traía a la consulta online, otra situación conocida pero que ahora era la única vía con la que entrar en contacto con el otro, estaban, en menor o mayor medida, teñidas por la situación de pandemia.
Las bases de la Gestalt puestas a prueba
La situación de confinamiento permitía tomar conciencia de ciertas bases de la terapia Gestalt: la relación organismo-medio, el proceso figura-fondo, los puntos de apoyo y la conciencia del aquí y ahora.
Desde el enfoque gestáltico somos seres relacionales, es decir, vivimos experiencias que surgen de la relación de nuestro organismo con fenómenos internos (un dolor de espalda, una emoción, un impulso…) o externos (una persona, una luz, un grupo,…), teniendo en cuenta nuestra piel como frontera de contacto. La experiencia es aquello que nos ocurre como sistemas vivos en nuestro ajuste continuo con un medio interno (lo que sucede dentro del propio organismo) y con un medio externo (el ambiente), ambos cambiantes. Somos sistemas dinámicos movidos por este reajuste continuo. El resultado de esta relación organismo-medio es un continuum de experiencias que se suceden, de las que nos damos más o menos cuenta en un aquí y ahora dinámico. La experiencia es lo que le ocurre a este sistema en sus relaciones mientras estas se dan.
El confinamiento afecto nuestra relación organismo-ambiente de forma radical. Debimos reducir el ambiente exterior de forma drástica. Además el exterior era potencialmente toxico para nuestro organismo y nuestra relación con el ambiente iba a cambiar, aun no sabíamos de qué modo. Seguimos procesando la pérdida del escenario vital anterior.
De esta relación organismo-ambiente surgían distintas figuras de nuestro fondo experiencial.
El proceso figura–fondo es continuo y cambiante, se alternan distintas figuras que se disuelven en el fondo, para dar paso a nuevas figuras.
La figura es una necesidad, un anhelo, una sensación, una emoción, un pensamiento, un impulso… que aparece con más fuerza en nuestra conciencia. Es el estímulo que más se destaca en nuestra experiencia. Por ejemplo, en una fiesta se nos puede hacer figura alguien que nos gusta o una canción. No todo surge como figura de nuestra experiencia sino solo aquello que es capaz de movilizarnos: quizás no nos mueve estudiar física ni la política y, en cambio, sí nos mueve el sexo.
Esta relación figura-fondo es una relación dinámica en continuo fluir. Si se estanca, nuestro funcionamiento psicológico perderá fluidez, pudiéndose fijar una obsesión, un estado anímico, un miedo, una conducta,….
En el contexto de pandemia existían unas figuras que eran recurrentes, se repetían, se recreaban en nuestra conciencia. Por ejemplo: la angustia económica, la angustia de contagio, la necesidad de contacto o de salir, saber que va a pasar,…
La repetición de figuras producía desgaste y angustia si no eran gestionadas de un modo sano.
La situación pedía, más que nunca en nuestras vidas, un ajuste creativo figura-fondo.
En este contexto habían figuras que serían claramente no atendidas la cual cosa no facilitaría un ciclo figura-fondo fluido y orgánico, no sería posible tomar un café en una plaza, salir a dar un paseo, respirar aire del bosque,…
La situación pedía/exigía creatividad e interioridad, me podía tomar un café en el balcón y trabajarme la tolerancia a la frustración sin caer en desanimo, o el contentamiento con lo que es por encima de lo que no es o debería ser. Como diría Claudio Naranjo todo lo que es tiene derecho a ser por el mero hecho de que existe.
Era necesario darse un tiempo interno para estabilizar nuestro ciclo figura-fondo para que surgiese un autoapoyo sano para compensar y transitar un escenario potencialmente traumático.
Una buena opción vital era dar espacio al fondo. Descansar en él.
Esto permitía desarrollar una mente observadora donde apoyarse para transitar la situación
El fondo viene antes de la sensación y después de la consumación de una acción, antes de empezar a tener sed y después de beber. Antes y después de la siguiente figura. Contactar con este fondo nos permite descansar, reciclar y conservar energías, no ser arrastrados por algunas figuras, ganando así en centramiento y autoapoyo.
Otra vertiente gestáltica a tener en cuenta eran los puntos de apoyo, que pueden ser internos (la respiración, la fe, sensación de fuerza,…) o externos (una pareja, un trabajo, grupo de amigos,…).
Según Laura Perls, esposa del fundador de la Gestalt, el apoyo es el soporte que nos sostiene. El cuerpo se apoya a nivel fisiológico en comida y líquidos, otros procesos metabólicos,… y a nivel psicológico, en afecto hacia nosotros mismos y hacia los demás, sentirnos incluidos en algún grupo, en ciertos valores como la libertad, el contacto físico, sexual o tierno… En términos psicológicos se traduce en autoafirmación, autoestima, sensación de seguridad, capacidad de tomar riesgos,…
En las crisis, los antiguos apoyos ya no sirven o han perdido momentáneamente su función o validez.
En los tiempos del confinamiento nuestra capacidad de darse cuenta se inclinó hacia nuestra interioridad y en buscar puntos de apoyo internos para transitar una tormenta exterior desconocida.
Otra vertiente gestáltica, era que ante la incerteza futura, era preciso anclarse en el sagrado aquí y ahora, como punto de apoyo, y como experiencia que me permite transitar la angustia existencial. La situación nos invitaba a vivir semana a semana, día a día, momento a momento, y poder recuperar la experiencia de existir en un aquí y ahora dinámico, en vez de vivir en el neurótico “allí y entonces”.
El trabajo con los clientes
Una cuestión que enseguida observé es que la mayoría de clientes profundizaban más en las sesiones, dieron un paso adelante, quedarse igual de neuróticos no era una opción, habría que actualizar el software mental, ampliar recursos y usarlos para afrontar un trauma nuevo y desconocido.
Yo también di un paso adelante, ser psicólogo es una responsabilidad ética a tomar y accionar en un escenario de sufrimiento social.
Existía una pandemia vírica, otra económica y una psicológica. Todas tendrán secuelas en el presente y en el futuro a corto-medio plazo.
Una minoría de clientes abandono su proceso terapéutico de forma inmediata, ya fuese por fobia a conectar consigo mismos en una situación de crisis ( no terapia=no sentir), por la pérdida de lo económico o en pos de una reducción de gastos, por priorizar la supervivencia económica de su proyecto vital, … Mientras que aparecían nuevos clientes online que veían que la salud mental es prioritaria en tiempos de crisis, o que ante algún “chispazo” o desborde emocional, neurótico o de miedo decidieron de forma clara pedir atención psicológica.
El confinamiento fue una gran oportunidad de trabajar con el propio carácter. En situaciones de crisis el carácter, nuestra estrategia de apoyo antigua, puede acentuarse o rigidificarse, el fóbico puede volverse aún más fóbico, o el aislado aislarse aún más. O en la otra vertiente se da una oportunidad de sanación: el orgulloso podía conectarse a la humildad, el controlador rendirse a la incerteza, o el desconfiado apostar por la confianza original que existía antes de la cristalización de la herida caracterial que se da alrededor de los siete años que es cuando se solidifica el carácter. El confinamiento facilitaba producir un despertar.
Además de que todos realizamos un master en sostener la incerteza, como elemento inherente a la vida que en esta ocasión se hacía híper evidente.
Posiblemente este despertar también era activado por el paleocortex, el córtex reptiliano, nuestro primitivo sistema de supervivencia, cuyas respuestas primarias son el ataque, la congelación y la huida. Las tres acciones no eran una opción sana en el contexto pandémico. El paleocórtex se activó, había un tiranosaurios rex por las calles devorando a personas viejas, vulnerables y también a iguales presuntamente sanos. Esta activación aportaba una dosis energética extra, como la energía que surge aunque estés agotado cuando debes volver al refugio antes de que anochezca y oyes los sonidos de los animales salvajes, y no pierdes tiempo en banalidades neuróticas.
Podía darse un despertar espiritual y también instintivo.
En el confinamiento se podía caer en la pesadumbre o en las garras del miedo, o tomar el camino de la sanación y la reconexión con uno mismo.
“Quién era este José del Génesis? Sus hermanos, celosos, lo lanzan al fondo de una cisterna o un pozo para que muera. Luego toman la túnica de José y la manchan con la sangre de un animal; la muestran así a su padre (Jacob): éste cree que José ha sido devorado por una bestia y se hunde en una profunda pesadumbre.
José, pues, está desnudo en un pozo. Se dice que la verdad está desnuda en el fondo de un pozo. José era la verdad. Se decía que era justo…
¿Qué hizo en el fondo del pozo, desnudo, sin nada que comer? No tenía sino una sola cosa que hacer: ponerse a meditar. Cae en trance, se concentra en sí mismo. Se comunica con el cosmos. Se comunica con su Maestro. Se comunica con su destino.”
Extracto de Evangelios para sanar de Alejandro Jodorowsky
Igual que habría que meditar, y despertar, había que mantener la acción.
El escenario pandémico nos ofrecía un camino del héroe, en el más puro estilo de Joseph Campbell. La pandemia nos obligaba a invocar a nuestro héroe interior. Como el autor manifestaba en su obra «El poder del mito» (1988)
“El hombre no debería someterse a los poderes externos, sino dominarlos. El problema es cómo hacerlo.”
Teníamos que transitar el bosque oscuro del miedo y lo desconocido, como especie y de forma individual. Podíamos tomar nuestra heroicidad.
Las metáforas del confinamiento
Mientras contemplaba cuestiones como el stop general, el miedo interno y el externo, la perdida de la libertad y de los intangibles que no valoraba en mi cotidiano, tomar un café en una cafetería era el paraíso perdido, algunas figuras tomaban fuerzan del fondo del confinamiento; algunos simbolismos me llamaron la atención, como que tocar el objeto dinero era peligroso, la compra masiva de papel higiénico quizás porque estábamos literalmente cagados de miedo, nuestro niño interior contento de no ir al colegio laboral, …
Pude observar una serie de metáforas que surgían del contexto pandémico.
Cada metáfora permitía profundizar en la biografía traumática, la propia y la del cliente.
La distancia de seguridad, transmitía que el otro es contagioso o portador de una enfermedad o de la misma muerte. La cercanía era potencialmente dañina, no solo la distancia.
De repente el contacto, uno de los pilares de la Gestalt, pasaba a ser peligroso o potencialmente tóxico para uno mismo, sensación antigua que remitía a experiencias pasadas vividas por algunos en la familia, el trabajo, el colegio,…Se daba la toma de conciencia de que un otro que no soy yo me puede dañar a nivel físico, emocional, de pensamiento,…El otro me puede transmitir su virus emocional o mental, me puede introyectar creencias, neurosis, emociones,…
Además, esta situación ponía en evidencia que a veces eso es un hecho, no solo una secuela neurótica de nuestra historia traumática, esta vez era obvio y el darse cuenta venia dado por una situación de pandemia.
La autoridad no estaba a la altura de la crisis ni del cuidado al individuo, papa-estado, el papa-OMS, los doctores, el director del colegio y los profesores estaban confusos y no sabían muy bien como orientarnos ni cuidarnos. Cuestión que resonaba con contextos pasados.
La indicación de la autoridad era esconderse en su casa, retornen a la cueva, al útero y manténganse lejos de un mundo que es potencialmente benefactor y potencialmente hostil, en esta ocasión se ponía énfasis en lo segundo.
De la necesidad de lavarse las manos surgían distintas lecturas psicológicas; quitar de nuestras manos lo toxico del mundo, lavarse las manos como Pilatos, diferenciar lo que es mío de lo que no es mío, o quitarme lo del otro eran posibles narrativas.
Y como a veces el otro nos ensucia o contamina. Todo contacto puede ser potencialmente nutricio o toxico. La higiene física o mental siempre es la mejor prevención.
Esto acompañado de la súper higienización de duchas y lavados de manos de esos días. En contrapartida los mass media no respetaban esta hipernecesidad de higiene mental. “Querido papa/mama, me pides que me duche mientras ensucias la mente con tus toxinas”. Como diría Perls había mucha mierda de elefante, muchas habladurías, conjeturas o comentarios que confundían y nos desconectaban de nuestro experienciar. Era el momento del autopaternaje definitivo, y ejercer uno mismo de madre o padre cuidador hacia nuestra mente ya dañada. Es un imperativo acercarse a la voz interior cuando afuera hay voces que no se entienden entre ellas, y que ofrecen más confusión que orientación, y conectar con la nuestra es acercarnos a nuestra alma.
La caída de los viejos, el darse cuenta de la fragilidad del cuerpo humano viejo, de cómo habían sido abandonados en las residencias. Una sociedad que no protege a sus ancianos es una sociedad claramente cuestionable. Los que nos cuidaron estaban indefensos, y era/es necesario responsabilizarse de los que nos trajeron al mundo. A nivel interno esta fragilidad dada por la edad, me remitía a la gente mayor que siento que aún me cuida y que también se irán.
El encierro me hizo darme cuenta de la imperiosa necesidad de la libertad y de salir al mundo, no como idea sino como experiencia orgánica, la necesidad vital de como el cuerpo si es escuchado necesita espacio y la libertad de movimientos. Y como el carácter a veces es la propia epidemia, la epidemia caracterial cuya vacuna será es será/es realizar un trabajo de conciencia. El trabajo de autoconocimiento y transformación es nuestra vacuna, siempre lo fue y será.
El confinamiento también propicio una especie de confesionario, donde los clientes reconocían que más allá de la tragedia general, también eran ciertas cuestiones como que bien que no veo a mis compañeros de trabajo, ni hay cenas familiares indeseadas, y un largo etc. de incomodidades y molestias arrasadas por la situación de pandemia. Este confesar permitió a la persona transitar el demonio de la culpa y dar permiso a su experiencia más allá de la pandemia general. En un escenario de miedo se podía dar espacio a la alegría o al alivio.
Los niños interiores del confinamiento
“Cuidar a tu niño interior tiene un resultado poderoso y sorprendentemente rápido: hazlo y el niño se curará”.
Martha Beck.
El escenario del confinamiento conllevaba que muchos adultos pasaran más tiempo con sus hijos, con niños. De igual modo el confinamiento nos permitía conectar con nuestros niños interiores
El encierro nos conectó a distintos niños que viven en nuestro interior. Cada herida infantil remitía de nuevo a memorias traumáticas. Nuestro adulto podía atenderlo de otra manera a como fue tratado en el pasado, dándole espacio, orientación y ternura.
El niño aburrido, el que no sabe qué hacer durante todo el día o toda la tarde, que no encuentra nada estimulante, este se conectaba con el que no fue estimulado por sus padres, o con un colegio que solo buscaba que memorizásemos, no estimular nuestro crecimiento.
El niño rebelde que se quiere saltar las normas sociales, irse a dar un paseo e incluso tomarse una cerveza en cualquier sitio. ¿Quién es una policía para coartar mi libertad? ¿Quién era un profesor para obligarme a ir a clase?
El niño artista, algunos clientes reconectaban con el dibujar, pintar, el esculpir, empezaron a hacer esculturas de fango o dibujos que no sabía ni que podía dibujar, se conectaron a la creatividad infantil original.
El niño solitario que se pasaba días enteros solo en la habitación, retorno a ésa habitación para hacer teletrabajo veinte años después, “es como volver a la infancia me pasaba días y días encerrados en mi habitación”.
El niño creativo, del cual emergen potencialidades desconocidas, y confirma que hay muchas cosas que no sabemos que sabemos, ser un peluquero digno de mi hijo, arreglar mi primer enchufe,…
El niño pánico el que tuvo miedo a salir al patio, ahora tenía miedo a salir a la calle o a meterse en un súper.
El niño pataleta, el que está harto de la situación y quiere mandarlo todo al carajo.
El niño preguntón que quiere tener respuestas a todas sus preguntas, ¿cuándo llegaremos al camping?, ¿Cuándo se acabara el covid?,…
El conectar con estas identidades en las sesiones permitía trabajar con los traumas pasados, reconocer lo similar y lo distinto, abrazar al niño interior, y conectar con los recursos adultos para defenderlo y cuidarlo.
Reconocer estos niños permitía a los clientes reconocer sus heridas infantiles, sus pasados traumáticos, sus relaciones toxicas con padres o iguales. Y desde este reconocimiento poder sanar desde sus recursos amorosos y desde su fuerza interior abrazar lo que fue y soltar el dolor al fin. Sobrevivir a las heridas es ganar, metabolizarlas es sanar. Reconocer el dolor original permite sanarlo y amar al niño desatendido que fuimos, acompañarlo de un modo amoroso, recuperar la magia y la vitalidad infantil, trascendiendo nuestras limitaciones caracteriales.
Este movimiento interno de acercarse al niño interior abría un sendero para reconectar con el niño divino, el que existió antes de la herida. La herida infantil es un camino hacia nuestra sanación, hacia nuestro yo divino.
El texto que sigue es el fragmento de una carta que Jung escribió a Joan Corrie, a finales de 1919 o en los primeros días de 1920. Se trata de comentarios y análisis acerca de un sueño que tuvo Corrie:
“El centro de uno mismo no es necesariamente el ego consciente. Es algo mucho mayor.
Usted tiene lo necesario: el dios vive en su interior. Pero necesita más introversión (segundo sueño) para percibir esa voz. Es una voz tenue de un niño pequeño, pero poderosa y llena de sabiduría.
El niño no viene de ninguna parte, no existía hasta que ha sido generado por uno en todas partes, donde se ha ocultado como un dios desmembrado y disperso. Este niño en su infinita pequeñez es la individualidad que usted desarrolla, y con práctica, es un dios: más pequeño que lo pequeño, pero más grande que lo grande. El creador primigenio del mundo, la libido creativa ciega, se transforma en hombre a través de la individuación, y de este proceso -que es como el embarazo- nace el niño divino, un niño renacido, ya no disperso entre los millones de criaturas, sino como uno y este individuo, y al mismo tiempo todos los individuos, lo mismo en usted que en mí.
Por favor, no hable de estas cosas con otras personas. Podría dañar al niño. El niño es destino, «amor fati» [el amor del destino], guía, necesidad, paz y satisfacción (Isaías, 9.6). Pero no se permita a sí misma dispersarse en personas, opiniones y discusiones. El niño es un nuevo dios, nacido en muchos individuos, pero ellos lo ignoran. Es un dios “espiritual”. Un espíritu en muchas personas, aunque uno solo y el mismo en todas partes. Manténgase… y experimentará estas cualidades.”.
Por último, sólo sugerir un ejercicio para conectar con el niño maravilloso.
En postura meditativa, apóyate en tus isquiones y en las zonas de contacto con el suelo, déjate sentir tu cuerpo y el contacto de la ropa en tu piel, percibe la silueta que dibuja tu cuerpo en la postura sentada, la línea que se conforma desde la cabeza a los pies.
Estás en tu eje corporal, inspira y espira con suavidad.
Evoca una escena de tu infancia en la que fuiste feliz, ¿en qué zona de tu cuerpo sientes esta felicidad? Te acompañas con una mano, que te permite dejarte sentir esta zona somática.
Deja que vengan a tu mente algunas escenas de felicidad infantil.
Respira con tu niño maravilloso. Ubica en qué zona de tu cuerpo lo sientes.
Tu niño maravilloso perduró en las alegrías o en las tristezas, en la dicha o en la desdicha, en la victoria o en la derrota, te fueran bien o mal las cosas, te acompaño y sigue aquí,…
Él siempre estuvo. El niño natural es una maravilla. Siente como puedes recontactar con él. No murió nunca, simplemente te desconectaron o te desconectaste de él.
Lentamente recupera tu verticalidad, déjate sentir lo experimentado y muévete un poco desde tu niño natural.
Observa cómo vives recuperar el contacto con tu niño natural.
Como epílogo de este ejercicio busca una foto de tu niño maravilloso y habla con él, cuéntale como es tu vida actual.
La misión oculta de tu niño herido es que reconectes con tu niño natural.
Y el miedo que producía el confinamiento era un camino oculto para desconfinar nuestra confianza y potencia original.
BIBLIOGRAFIA
Laura Perls (1994). “Viviendo los límites”. Editorial Promolibro, Valencia
Alejandro Jodorowsky (1999). “Los Evangelios para sanar”. Ediciones Siruela
Josep Lluís Camino Roca (2013). Los orígenes de la psicología humanista.
El Análisis Transaccional en psicoterapia y educación. Editorial CCS
Perls, F. (1978): “Teoría y técnica de la integración de la personalidad”, en Stevens, J. O. (comp.): Esto es Gestalt.
Joseph Campbell (2016). «El poder del mito«. Editorial Capitan Swing
Claudio Naranjo (1990). La vieja y novísima Gestalt: Actitud y Práctica de un experiencialismo teórico. Ed. Cuatro Vientos.
Georges Wollants (2016) Gestalt, Terapia de la situación. Ed. Cuatro Vientos.
Jung, Carl Gustav (2019) El libro Rojo. Editorial: El Hilo de Ariadna.
Perls, Fritz. (2001) Dentro y fuera del tarro de la basura: autobiografía Cuatro Vientos. Santiago de Chile.