En este post te explico qué es el estrés postraumático complejo y cómo afecta a las relaciones sociales. Además podrás leer la forma en que la terapia gestalt puede ayudar a superar las dificultades asociadas.
¿Qué es el Trastorno por estrés postraumático complejo?
Como vimos en un anterior post acerca del estrés postraumático Judith Herman propuso un diagnóstico, el Trastorno por estrés postraumático complejo (TEPC), que incluía múltiples síntomas que sus pacientes experimentaban en sus vidas y que superaban la triada propia del trastorno de estrés postraumático simple, es decir la reexperimentación, la evitación y la hipervigilancia.
Este diagnóstico de trastorno de estrés postraumático complejo se diferencia de un trastorno de estrés postraumático simple ya que se da durante años, no se trata de un evento traumático puntual como un accidente de tráfico, una guerra, una muerte súbita, una agresión sexual o un desastre natural.
Estos clientes llegaban con historias de trauma temprano y/o repetido crónicamente a lo largo de un tiempo considerable y presentaban una mayor variedad de secuelas.
Desde esta variada manifestación de síntomas la psiquiatra estadounidense propuso llamar a este nuevo cuadro clínico, Trastorno por Estrés Postraumático Complejo.
En el TEPC la persona vive las secuelas de una dinámica traumática de años, ya sea en un contexto escolar, familiar, de pareja,… éstas experiencias traumáticas se dan, se crean y se alimentan en las relaciones, por tanto la persona vivirá las relaciones humanas desde una vulnerabilidad traumática.
El TEPC deja secuelas cognitivas, corporales y emocionales que se traducirán en lo social. El trauma lo contamina todo.
Estrés Postraumático: 15 maneras que afecta a las relaciones sociales.
El estrés postraumático acaba originando un malestar profundo en la persona, su sistema nervioso cae en hiperactivación o hipoactivacion, pudiendo llegar a alterar cualquiera de las áreas de vida donde se den relaciones sociales: el trabajo, el estudio, la familia de origen o la actual, el ocio, entre otros.
El modo de interferir que tiene el trauma en el funcionamiento social diario de la persona va a ser distinto dependiendo del carácter o personalidad, la configuración de la familia, el tipo de maltrato traumático que se haya recibido, el grupo de iguales, los profesionales de la psicología o la ayuda que se haya encontrado por el camino, y otros factores que se combinan para dar lugar a una posición individual ante las relaciones sociales.
Se pueden distinguir algunas líneas que se presentan habitualmente a nivel vincular y se viven en contextos sociales, a continuación enumero las 15 principales maneras en las que el estrés postraumático afecta a las relaciones sociales:
- La reexperimentación de experiencias pasadas, de forma invasiva, no deseada y automática.
Se reviven aspectos asociados a la experiencia traumática, ya sean imágenes, pensamientos, creencias, sensaciones, taquicardias, temblores, ruidos u olores vinculados con el trauma. Por ejemplo: “siempre tengo miedo a que mis amigos me excluyan de sus planes”, “empiezo a sudar cada vez que entro en un colegio” o “en las fiestas me pongo ansioso”. - La evitación: La persona evita situaciones, personas o lugares conectados al evento traumático, por ejemplo: “y nunca más cogí un coche”. Las conductas de evitación surgen como estrategia del paciente para reducir o intentar eliminar la aparición de los fenómenos invasores, los cuales son experiencias corpo-mentales desagradables. Muchas veces se deben investigar en profundidad estas conductas ya que el paciente las ha adoptado activamente y las ha normalizado, no le extraña que ya prácticamente no viaja para no volver a presenciar, por ejemplo, un accidente automovilístico, o bien que no caminar cerca de la casa de su ex le parece de lo más normal y común. Puedes leer más sobre los mecanismos de evitación de la terapia Gestalt.
- La hipervigilancia, el estado de alarma queda sobreactivado. Por ejemplo: me paso los eventos sociales hiper-atatento a si caigo bien o mal, o si soy o no interesante.
- Dificultad a la hora de establecer límites: A esta persona le cuesta poner límites, ya sea por su trauma de abandono: “si pongo límites me volveré a quedar solo”, porque le hicieron creer que él era el problema, entonces mejor no digo nada o acepto cosas que no me gustan, “mi madre siempre me dijo que yo era una persona complicada” o porque nadie le enseñó a defender y legitimar su experiencia, vivo.
- Dificultad a la hora de pedir ayuda: El otro no me va a entender o «mi dolor tampoco es tan importante para enviarle un audio a mi terapeuta». O simplemente para no conectar con la vergüenza no hablo con mi mejor amigo.
- Normalización de ser mal tratado: Esta es una secuela grave, la normalización fue el mecanismo de supervivencia que me permitió aguantar/sostener el maltrato de mis padres o en el colegio, ahora no tengo por qué aguantar malas palabras, ciertos tonos o desprecios.
- Nadie me va a entender: La persona cree que nadie va a comprenderle. Es importante descubrir que hay muchos que han vivido por algo parecido que no igual, y que hay más personas en tu club.
- Minimización del propio dolor: Se minimiza el daño recibido, no está tan importante que me hablen mal, que no me inviten a una fiesta o ser el bufón del grupo. La persona no respeta sus heridas infantiles, ni su experiencia se hace a sí misma lo que le hicieron sus antiguos maltratadores.
- Evitar el resultado traumático: Si no me posiciono, o manifiesto mi desacuerdo en el fondo es para evitar un posible conflicto real en el presente pero sobre todo por miedo a que pueda pasar lo que ya pasó, es decir ser atacado, engañado, excluido o abandonado.
- Ser invisible: Si juego a ocupar poco espacio, y a ser discreto reduzco los riesgos de ser atacado. Se tú mismo, a ver qué pasa, ocupa tu espacio, de igual a igual. No hagas lo que te hicieron, es decir no darte tu legítimo lugar.
- Confluir: Si hago lo que se dice no será atacado, si sigo a la mayoría, o si solo digo sí, nadie se me va a girar en contra. Puedes leer más sobre los mecanismos de evitación aquí.
- Incapacidad de disfrute: Si mi estado de alarma se activa en cada evento social, esta sobreactivación nerviosa me impide disfrutar de lo relacional y nutrirme de lo social. El trauma me cierra al placer, al priorizar la supervivencia.
- Busco controlar a los demás: Si el control me dio seguridad como estrategia de supervivencia, sigo apostando por él, sin darme cuenta que quizás el hecho de controlar a los demás va a agobiarlos y que es solo una ilusión, el otro puede irse en cualquier momento.
- Aislamiento social: Evitar es toda una tentación, si no voy a la plaza de toros nadie me va a atacar. Evitar lo social es decirte a ti mismo/a que no eres capaz de defenderte y que no posees un valor para los demás, además de perder alimentos básicos del vivir: el compartir, el disfrute social y el desarrollarnos y crecer como individuos gracias a los demás.
- La intimidad se vuelve un problema: Si el hecho traumático se engloba dentro de lo corporal o sexual, es posible que la cercanía física y emocional con otras personas suponga todo un problema., y este escenario íntimo es fuente de una gran angustia.
La oportunidad de trabajar lo social con Terapia Gestalt
Desde la terapia Gestalt entendemos que es sano que nos sintamos vulnerables ante un elemento que interpretamos como amenazante porque en el pasado lo fue. Nuestro “yo trauma” no quiere que vuelva a pasar lo que pasó. Asimismo es importante trabajar en terapia para aposentar un “yo sano” que permita al “yo trauma” transitar lo difícil, y así ganar en fuerza y en una menor sensación de fragilidad.
Con terapia Gestalt trabajaremos para recuperar la confianza perdida, y conectar con nuestra fuerza.
Trabajar en un espacio de terapia individual desde cómo me relaciono con lo social nos permite sanar miedos antiguos y restaurar nuestras capacidades y derechos.
El trauma nos conecta a los recursos del pasado, no reconoce los actuales del pasado, no vive en el presente, se articula desde memorias antiguas.
Un proceso de terapia es un proceso de reaprendizaje de nuestra forma de estar con los demás.
El trauma relacional es delicado de trabajar, pide de un buen acompañante terapéutico, experimentado y compasivo, que sepa guiar a la persona, sin forzarla y que tampoco se haga cómplice del demonio de la evitación ni del autoengaño. Su tratamiento no es fácil de llevar a cabo debido a que el paciente tiene una herida con los demás muy profunda, y se le pide a acercarse al estímulo que casi destruye su alma para poder reconectar con su fuerza y salud originales.