A mi consulta de psicología llegan muchas personas con cuadros de ansiedad relacionadas con miedo, fobias y obsesiones. Unas veces la demanda terapéutica tiene que ver con el malestar y las limitaciones producidos por la ansiedad, y otras veces, partimos de una demanda por ansiedad inespecífica y poco a poco vamos descubriendo sus patrones fóbicos/evitativos, causa y alimento de esta ansiedad crónica.
Este tipo de cuadros lo suelo enfocar desde una triple mirada, que me funciona muy bien: la terapia Gestalt, la terapia breve estratégica y el con el trauma y la Teoría Polivagal.
¿Qué aporta cada enfoque?
La terapia Gestalt y la ansiedad:
Como abordamos en nuestro blog en numerosos artículos sobre terapia Gestalt, es un encuadre que me ayuda a dar herramientas a la persona para que tome consciencia de cómo se siente, identificar sus miedos y a gestionar la ansiedad. Que pueda ver cuál es la dinámica interna. Y aprenda a sostener lo que siente sin interferir en el proceso. Aquí el trabajo corporal es clave para conseguir la autorregulación de su emociones. Si quieres saber más te recomiendo el artículo sobre qué es la terapia Gestalt.
La terapia breve estratégica y la ansiedad:
La terapia breve estratégica nos da un mapa muy claro de cuáles son las dinámicas del miedo patológico, de cómo se construyen y se instalan las fobias, cuáles son sus factores disparadores y mantenedores. La terapia breve estratégica es una herramienta didáctica muy útil que permite a la persona entender la trampa en la que está metida y que ella misma se ha construido. Por otro lado, a través de las intervenciones con terapia breve estratégica, la persona puede encontrar caminos para salir del laberinto fóbico, realizar un tratamiento definitivo para la ansiedad, desarrollar recursos de afrontamiento y recuperar la vivencia de seguridad y autoprotección, junto con la autonomía que le aportara estar en contacto con sus capacidades.
El trabajo con el trauma y la Teoría Polivagal
El trabajo con el trauma también nos facilita un mapa de cómo funciona nuestro sistema nervioso autónomo y el papel protagonista que tiene en las secuelas del trauma psicológico. Las fobias tiene en origen un hecho que conectó a la persona con la vivencia de peligro y/o amenaza de su integridad física. Esto tiene un impacto traumático que causará el desarrollo de la fobia como estrategia para compensar que una parte de nosotros ha quedado dañada con el trauma. Se produce un impacto en el sistema nervioso de la persona que genera un estado fisiológico alterado, perdiendo la vivencia de seguridad y autoprotección que llevará a desarrollar patrones compensatorios como puede ser las conductas que acabarán estructurando las patologías fóbicas/obsesivas.
Cómo se instala el mecanismo fóbico: Un mapa de construcción y deconstrucción
Una de las cosas que mejor me funcionan es explicar a mis pacientes sobre cómo funcionan los mecanismos del miedo que acaban derivando en fobias y/o obsesiones. Entender cómo se ha estructurado e instalado este patrón fóbico y su funcionamiento, aporta un mapa que permite a la persona sentir que igual que lo ha construido puede deconstruirlo. Esto da esperanza y alivio. Ya que la vivencia habitual que tiene la persona es que el mecanismo fóbico/obsesivo toma el control y domina su mente, siendo en muchas ocasiones vivido como un ente externo que tuviera el control de los hilos. Ser conscientes de que es un patrón o hábito aprendido, pero que existe una manera de desprogramarlo y generar un nuevo aprendizaje que lo sustituya, le devuelve la sensación de control sobre si misma.
El origen de la fobia:
Las conductas y los patrones fóbicos son hábitos aprendidos y automatizados.
El origen de la formación de una fobia es una conducta evitativa ante algo que me asusta, que persiste como respuesta en el tiempo, llegando a fijarse y automatizarse. Con el paso del tiempo se vuelve inconsciente la función que cumplió en un primer momento (quedarme tranquilo, no sentir la ansiedad que creo que no podré gestionar) y el aprendizaje resultante es que no soy capaz de gestionar esa situación (ej, miedo a conducir)
¿Cómo mantenemos patrones fóbicos?
Cuando evitamos una situación que nos asusta, lo que estamos evitando no es la situación en sí, sino lo que sentimos ante esa situación. Es el miedo a no sostener lo que sentimos lo que se convierte en ansiedad. Así que lo que evitamos no es hacer un examen, o hablar en público, o decirle algo a alguien. Lo que evitamos realmente, son las vivencias emocionales que acompañan dichas situaciones, vivencias generalmente relacionadas con el miedo y la ansiedad.
Lo que vivimos como inmanejable es nuestra ansiedad. Creemos que no podremos sostenerla y gestionarla. Así que buscamos evitar sentirla, evitando toda situación que la evoque. Y ahí fabricamos el patrón evitativo. Nos volvemos especialistas en ese cometido. Construimos multitud de estrategias destinadas a este fin. Estas estrategias se automatizan, alejándose cada vez más de nuestra mirada consciente, hasta volverse prácticamente invisibles, quedando normalizadas e inconscientes.
Uno de las cosas que la persona que viene a terapia para la ansiedad ha de saber para que el cambio en ella sea posible es que; cada vez que evita una situación, el miedo se hace más grande y el aprendizaje que queda es que no somos capaces gestionarla. Aprendemos que no somos capaces. El sentirnos capaces es una vivencia de autoapoyo que perdemos en esta dinámica.
El resultado de todo esto es el aprendizaje de que no soy capaz de gestionar mi ansiedad y de gestionar cualquier situación que me evoque dicho vivencia. No soy consciente de cómo se generó este aprendizaje solo te la vivencia de que no puedo. En realidad fue la conducta evitativa sistemática y repetida en el tiempo la que generó el aprendizaje de que no soy capaz de afrontar esta situación porque cada vez que se me presenta en mi vida el miedo cada vez es mayor. Siempre estoy en la casilla de salida y cada vez con más temor. Al no enfrentar la situación no aprendo a resolverla no desarrollo los recursos necesarios para gestionarla con mi comportamiento evitativo me he aislado de esa posibilidad. De nuevo el aprendizaje que queda es el de que no puedo. Mi autoestima se siente resentida ante este sentimiento de incapacidad.
Con el tiempo esto puede generalizarse a muchos ámbitos de mi vida. Generando lo que llamamos una fobia compleja. Finalmente el miedo esa no poder gestionarme a perder el control.
Cómo se construye el miedo al miedo
Cuando una persona, ante el impacto de un suceso real o imaginario, siente pánico (forma extrema del miedo) sus niveles de activación (latido cardíaco, ritmo respiratorio, sudoración…) suben por los cielos, muchas veces de forma instantánea y sin previo aviso. Esto conecta a la persona con una sensación de total pérdida de control y con una vivencia de tal nivel de desprotección que produce un desgarro en la sensación de seguridad y confianza. Este primer evento real o imaginario, produce una cascada de pensamientos amenazadores, con las consiguientes reacciones de alarma en el organismo y un aumento de las alteraciones psicofisiológicas. Un círculo vicioso que se va retroalimentando una y otra vez, una y otra vez. Produciendo como resultado el llamado miedo al miedo, es decir, tenemos miedo a nuestro propio miedo.
La trampa mental y la ansiedad
La exposición de la persona a una situación de peligro produce una activación autónoma del organismo con sus correspondientes reacciones de alarma psicofisiológicas. Esta activación autónoma se produce antes que la activación de la zona consciente del cerebro. Es decir, la primera sensación de miedo se produce antes de que seamos conscientes y podamos elaborar mentalmente lo que nos está pasando. Este mecanismo sano y natural, nos salva la vida en situaciones de auténtico peligro (ej, voy a cruzar cuando va a pasar un autobús, la reacción que me pone a salvo se produce antes de ser consciente de ese peligro). Es vital para nuestra sobrevivencia.
Pero cuando el impacto de esta situación de peligro es traumática se produce una desregulación en el sistema nervioso autónomo (referencia ..) de la persona. Después de la primera experiencia de pánico, podemos quedar traumatizados y como consecuencia desarrollar un patrón fóbico/obsesivo. En este nuevo escenario fóbico nuestra mente cava su propia trampa, la persona ya no necesita estímulos externos para sentirse en peligro, una sola imagen mental o pensamiento es suficiente para inducir las emociones y las reacciones psicofisiológicas que le lleva al ataque de pánico.
Una vez construida la trampa mental, la persona está en el continuo temor de lo puede sucederle, orientando sus acciones y pensamientos hacia el futuro. Desarrolla por un lado la estrategia de intentar controlar o evitar las situaciones donde podría producirse una escalada del pánico y por otro intenta controlar cualquier reacción o sensación indicativa que sube la ansiedad. Esto le lleva a un continuo examen de sus reacciones psicofisiológicas como el ritmo cardíaco, ritmo respiratorio, agitación, parestesia, mareo…
Y ahí se da una paradoja, cuanto más, la persona, intenta controlar sus sensaciones menos control tiene sobre estas, ya que intentar controlar lo que uno siente, interfiere en el proceso natural de autorregulación que se da en nuestro organismo. La persona,sin ser consciente de ello añade más tensión a la tensión, pudiendo favorecer la escalada de pánico hasta que se le va de las manos.
La vivencia que queda tras esta experiencia paradójica, es que no puede sostener esas emociones y/o sentimientos por lo que cada vez que siente ansiedad, tensión o miedo se asusta generandose un círculo vicioso de miedo que alimenta el miedo.
La trampa de las soluciones intentadas
Las personas que desarrollan este círculo vicioso que les lleva a una escalada de la ansiedad, y a la consiguiente pérdida de control suelen presentar dos modelos típicos de gestión del miedo los cuales están dirigidos a detener su angustia. Pero, sin saberlo, con estos intentos de solución están alimentando aún más el círculo vicioso del que vienen.
Estos dos intentos de solución básicos son:
- Intentar, de forma sistemática evitar la situación temida. Cada vez que evita una situación que cree que no puede sostener pierde la oportunidad de aprender a gestionarlo, al no desarrollar estos recursos el miedo se hace más grande, confirmando la peligrosidad de la situación. Como consecuencia refuerza la creencia irracional de que no es capaz de hacerlo.
- La búsqueda constante de ayuda y protección de otras personas. Esta estrategia tiene el mismo efecto que la anterior, aumentar la creencia de que no es capaz de gestionar su angustia, ya que necesita de otra persona para hacerlo. Generando relaciones basadas en el círculo vicioso de la dependencia.
Estas estrategias le dan a la persona una falsa sensación de salvación del pánico, debido a esta vivencia se instalan como mecanismo de respuesta que se automatiza y crónifica. ¿Cómo sucede?
- La evitación o búsqueda de ayuda externa calma de forma momentánea, creando la falsa sensación de salvación del pánico
- Al no afrontar y/o delegar en otra persona la responsabilidad de la gestión de sus miedos, cada vez la creencia de que no es capaz de hacerlo es más fuerte lo que le lleva a repetir las mismas respuestas que le sirven como falso apoyo; la evitación y la búsqueda de protección y ayuda.
- Seguimos en el círculo vicioso, con estas respuestas no se da la oportunidad de aprender a sostener y autorregular la vivencia de activación y ansiedad. Prevalece la vivencia de incapacidad que actúa como disparador del círculo vicioso
Esta evitación sistemática, puede llegar a generalizarse a muchos ámbitos de la vida de la persona. Una reacción en principio saludable como es evitar un peligro, al usarse como respuesta sistemática ante retos y situaciones que nos movilizan evoluciona a un cuadro patológico. El grado de generalización e invalidación que este mecanismo produzca en los diferentes ámbitos vitales de la persona determinará el grado de gravedad de la patología fóbica, que podría ser desde una simple fobia específica, pasando por una fobia compleja, pudiendo llegar a desarrollar cuadros de agorafobia, una de las formas más invalidantes en las que puede derivar un cuadro fóbico o de pánico.
Intervenciones que deshacen el patrón fóbico/obsesivo:
Desarrollar la conciencia corporal y recursos de regulación emocional ayudará a la persona a aprender a acompañar lo que siente, sostenerlo y gestionar lo que necesita. Con estos recursos de autorregulación la persona desarrolla confianza en sí misma y sus capacidades saliendo de la trampa fóbica.
- Identificar cuáles son rituales compulsivos o intentos de solución sistemáticos que tiene la función de anestesiar la ansiedad pero no de gestionarla, y que mantienen la estructura fóbica, para dejar de hacerlo y darse la oportunidad de gestionar sus temores por sí misma. Algunos de estos rituales son;
- anticipar a lo que puede pasar para tener la falsa sensación de que lo puede controlar y así quedarse tranquilo,
- consultar de forma reiterada la opinión de otra persona sobre algún asunto que tiene que resolver o decidir,
- Evitar los retos o situaciones que le conectan con la inseguridad y la desprotección
- Tener un confesor al que poder recurrir siempre que necesite hablar de lo que le preocupa o inquieta para tranquilizarse a través de la seguridad que le da la otra persona
- Construir historias de terror acerca de lo que puede pasar con las que nos identificamos y vivimos como si fueran reales con la consiguiente respuesta de activación de nuestro sistema nervioso, aumentando los niveles de ansiedad y tensión
- Dejar de evitar los retos o escenarios temidos. Al exponerse a las situaciones tendrá la oportunidad de desarrollar los recursos para sostener la ansiedad y el miedo. Aprendiendo a gestionar esas situaciones que vive como peligrosas. Saliendo así de la trampa del pánico.
- Dejar de buscar de forma sistemática la ayuda y protección de otras personas le permitirá reconectar con sus propias capacidades se dará cuenta que tiene más recursos de los previstos siendo una experiencia emocionalmente correctiva que le llevará a la recuperación de la autonomía personal.
Cuando la persona consigue romper con el bucle que construye y alimenta sus miedos patológicos contacta rápidamente con sus recursos personales, se abre a exponerse a nuevos retos y experiencias que antes evitaba, deja de depender y delegar su protección en otras personas, recuperando su sensación de seguridad y autonomía personal. Todo lo que la trampa le quitó lo recupera cuando consigue salir de ella.