Al nacer somos un proceso en construcción que necesita de un humano para perfilarnos como seres autónomos.
Como adultos es fundamental desarrollar la conciencia y el auto-conocimiento para nutrir la inteligencia holística de nuestros hijos, que depende del cuerpo, la mente y las emociones.
Si estas tres capacidades están bien desarrolladas en la crianza, el niño evolucionará hacia un adulto sano y capaz de apoyarse a sí mismo en el devenir de la vida.
La especie humana es hiperdependiente y, a su vez, la más compleja de la escala evolutiva. La neurociencia ya ha demostrado que somos seres relacionales, influenciables y con gran plasticidad desde la vida fetal. Somos un proceso que se construye a si mismo en la relación humana. Somos hijos del vínculo.
“Algunas personas creen que un niño es como arcilla en las manos de un alfarero. Comienzan a moldear al bebé y a sentirse responsables del resultado. Sin embargo, están equivocados. Si usted siente lo mismo, se verá aplastada por una responsabilidad que no le corresponde asumir en absoluto. Si puede aceptar la idea de un bebé como una empresa en marcha, entonces se sentirá libre para interesarse por lo que ocurre en el desarrollo del niño mientras usted disfruta al satisfacer sus necesidades.”
Winnicott
La crianza de los hijos como una relación de ayuda y acompañamiento
En la crianza, se trata de acompañar el proyecto-hijo. Al igual que un sherpa guía al alpinista en la conquista de nuevas cimas, el adulto tiene la misión de conducir al niño en ese nuevo mundo lleno de cambios, progresos y retos.
La crianza es una relación de ayuda.
El quién soy se construye en la interacción con un adulto, que nos permite vivenciar lo que nos sucede de un modo sostenible, sin caer en la angustia crónica.
El niño recibe informaciones constantemente de cómo está actuando y de cómo impacta su actuar en el mundo externo.
- “te falta fuerza”
- “lo has hecho bien”
- “has sido valiente”
- “te gusta jugar a futbol, ¿Verdad?”
En base a estas informaciones construye una idea sobre si, configura un mapa sobre su experiencia, de cómo su ser impacta en lo de afuera, y de cómo el medio externo lo vive a él. Fundamentamos nuestra identidad en las relaciones.
“Aprendemos a vernos como nos ven, a valorarnos como nos valoran. Lo que escuchamos y vivimos nos forma. No vemos el mundo como es, vemos el mundo como somos. Somos víctimas de nuestras creencias, pero podemos cambiarlas.”
Bruce Lipton
Es imprescindible que el padre o madre se responsabilice de qué inputs dirige a un ser en construcción, que se construye en el continuo ajuste organismo-medio.
“Cada palabra, expresión facial, gestos, o acción por parte de un padre le da al niño un cierto mensaje sobre la autoestima. Es triste que muchos padres no se dan cuenta de los mensajes que están enviando.”
Virginia Satir
La inteligencia holística en la crianza de los hijos
Necesitamos de un guía externo para construir un yo que aprenda a cuidarse de sí mismo.
Parafraseando a Winnicott necesitamos de un adulto suficientemente comprometido.
Este transitar acompañado nos permite ir adquiriendo una inteligencia holística, que abarca la inteligencia emocional, la inteligencia cognitiva y la inteligencia corporal.
La inteligencia emocional en la crianza:
La Inteligencia emocional es la habilidad de tener en cuenta lo emocional en nuestras relaciones. Implica darse cuenta de cuál es nuestro fondo emocional, por qué emociones transitamos y cuáles intervienen en nuestras interacciones. Implica tomar conciencia de cómo nos relacionamos con las emociones básicas propias y las del otro, que son el miedo, la alegría, el enfado y la tristeza. ¿cómo atendemos el miedo de nuestro hijo? ¿y el nuestro?, “a mí me enseñaron en casa a disimular mis emociones.”
La inteligencia cognitiva en la crianza:
La inteligencia cognitiva implica la gestión de nuestra producción mental, de todo aquello relacionado con nuestra capacidad cognitiva la cual nos permite planificar, imaginar, prever, hipotetizar, memorizar, recordar, evocar, anticipar, visualizar, analizar, sintetizar, criticar…Nos permite atender a nuestro diálogo interno, a qué nos decimos en nuestra experiencia presente, registramos su contenido: «este texto me aburre», ¿qué me digo cuando me equivoco?. “en terapia me di cuenta que casi siempre me hablo mal”
La inteligencia corporal en la crianza:
La inteligencia corporal es la capacidad de escuchar nuestro cuerpo, pudiendo reconocer qué le sucede en la interacción con distintos estímulos internos (emociones, sensaciones, impulsos,…) o externos (persona/s, espacios, situaciones,..). Y de poder usarlo como una fuente de información para poder orientarnos desde el en nuestras relaciones humanas “Antonia me tensa”, “leer 15 minutos al día me sienta muy bien”.
Si estas tres capacidades están bien desarrolladas, el niño evolucionará hacia un adulto sano y capaz de apoyarse a sí mismo en el devenir de la vida.
El desarrollo de la inteligencia holística en los hijos, pide del desarrollo de un mínimo nivel de conciencia y autoconocimiento por parte del progenitor. Son inteligencias que deben ser promovidas y nutridas por el cuidador.
Al nacer somos un proceso en construcción que necesita de un humano para perfilarnos como un ser autónomo.
«Creo que el mejor regalo que puedo concebir de otros es ser visto por ellos, escuchado por ellos, entendido y tocado por ellos.»
Virginia Satir
Entrar en un proceso terapéutico es un obsequio para tus hijos. El autoconocimiento nos permite aumentar la calidad de nuestro acompñamiento.
