El enamoramiento no es amor

pareja

 

¿Qué es el enamoramiento y cuáles son las diferencias con el amor de pareja?

Veamos la definición de wikipedia acerca del enamoramiento:

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Esta definición de enamoramiento incluye el nivel emocional y bioquímico de la experiencia del enamoramiento. Estamos diseñados bioquímicamente para enamorarnos.

El enamoramiento es una experiencia intensa, un estado alterado de conciencia, donde sentimos que nuestro amad@ es únicx y que solo esa persona podremos sentirnos felices y plenxs. La vivencia es de que no puedo vivir sin la otra persona, me complementa y me hace mejor persona. Las ganas de estar y hacer cosas juntxs son continuas, nos sentimos dichosxs solo por el hecho de estar con la otra persona. Queremos que esto dure eternamente “y fueron felices para siempre…”.

En la experiencia de enamoramiento parece que llegó el encuentro con la compañerx de vida que tanto esperábamos. Percibimos que llegó la persona tanto tiempo esperada y nuestro cuerpo responde de un modo claro y unívoco ante la perspectiva de la consumación de un anhelo tan antiguo como el mundo.

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La sola presencia de la pareja la vivimos como una bendición. Esta experiencia del enamoramiento quizás solo se pueda comparar con el amor fusional con la madre, con un amor que parece que todo lo puede, se asemeja a ese beso materno que curaba la herida de nuestra rodilla. En el enamoramiento sentimos que nuestras heridas se curarán y que la felicidad eterna quizás sea posible. Parece que podemos retornar al paraíso.

Naturalmente las heridas solo se pueden cicatrizar. Nada es eterno y la única constante del universo es el cambio. La vida son instantes. La felicidad o la infelicidad se dan en momentos. El enamoramiento pareciera brindar la cristalización de la felicidad con alguien, pero es solo un espejismo.

Muchos de nosotrxs pretendemos convertir el enamoramiento en un estado permanente pero este deseo tarde o temprano se encuentra con la realidad de que la vida es un transcurrir de momentos que no pueden agarrarse, por más que lo intentemos, la arena se escurre en nuestro mano. Vivimos en un continuo tránsito cambiante de emociones y sensaciones. No podemos agarrar las vivencias.

 

La mirada enamorada, la idealización de la otra persona.

 

 

Cuando nos enamoramos idealizamos a la persona por la que nos sentimos atraídos, otorgándole una serie de características y rasgos especiales. Tenemos una hiperpercepción de sus puntos fuertes, incluso se le otorgan virtudes que quizá no tiene y tenemos una hipopercepción o ceguera de sus puntos débiles, sus dificultades casi no existen, son muy leves o fácilmente llevables. Se encarna y percibe la mejor versión de cada unx de lxs participantes. Naturalmente esta percepción cambiará conforme avance la relación.

En la construcción de este ideal influyen los cuentos de hadas, princesas y caballeros, las comedias románticas, películas de Disney y, sobretodo, las heridas de apego de nuestra infancia que transferimos a las relaciones de pareja así como la educación recibida inmersa en un sistema patriarcal que alimentan la falsa creencia sobre la existencia de la media naranja, la otra mitad, el juntos para siempre.. Si a todo esto le sumamos la intensidad bioquímica que acompaña el estado del enamoramiento, que en realidad es pura biología, con la única función de asegurar la sobrevivencia de la especie, tenemos todos los ingredientes para este cóctel maravilloso y al mismo tiempo adictivo.

En realidad está idealización o mirada enamorada cumple la función biológica de sobrevivencia; nos acercarnos a las otras personas, formamos parejas, familias y/o grupos de convivencia diversos, que nos permite organizar estructuras sociales que nos protege de las hostilidades del medio, como depredadores, eventos meteorológicos o naturales…, etc. El enamoramiento también cumple la función vital de procrear y mantener la continuidad de la especie. Es decir, el enamoramiento es una estrategia biológica para preservar la vida.

En este idealizar influyen nuestros anhelos y expectativas acumulados con el tiempo. Nuestra necesidad de agua, la hace maravillosa cuando llega. Todxs tenemos sed, algunos más y algunos menos. De allí la potencia y el impacto habitual del primer amor. Somos una especie que se nutre de alimento y afecto, las relaciones nos nutren o desnutren. La promesa de la felicidad con otro humano nos es arrebatadora. Igual que una ambición sana nos hace mejores sin ser devorados por ella, el enamoramiento no debe llevarnos a la obsesión o fijación en el ser amado.

Una vez el enamoramiento como experiencia biológica termina, cae el velo. Con el tiempo lo ideal se transforma en la humanidad imperfecta de siempre. Todxs somos imperfectxs. La humanidad vence a la idealización. La idealización, el deseo y la necesidad exagerada aumentan nuestras expectativas, si éstas son demasiado altas podemos acabar desilusionadxs cuando pase el chute emo-químico y la relación se estabilice, pues la persona que tenemos delante no será exactamente aquella que nos habíamos imaginado y proyectado.

Somos humanamente imperfectos, todxs tenemos facilidades y dificultades, potencialidades y limitaciones. Es importante que la distancia entre lo ideal y lo real no sea excesiva sin dejar de disfrutar de la experiencia inicial. Este es un proceso inevitable y no hay que castigar ni castigarse por ello, se trata de cómo metabolizar, digerir y encauzar el final del enamoramiento para pasar a otro estadío de la relación.

 

La respuesta fisiológica del enamoramiento: beneficios y riesgos

Lo que vivimos en el enamoramiento ha sido analizado a nivel químico. En esta fase ocurren cambios fisiológicos impresionantes en nuestro organismo. Por un lado se modifica la producción de hormonas, y estas cambian de manera notable nuestro estado de ánimo e incluso nuestra percepción de la realidad. Se da un aumento en los niveles de cortisol, una hormona esteroide relacionada con el estrés.

Lxs enamoradxs viven un chute energético, que se manifiesta a través de un aumento en la sudoración, la presión arterial, el ritmo cardiaco y en los movimientos peristálticos intestinales (las famosas «mariposas en el estómago»). Si estos cambios fisiológicos son moderados, el enamoramiento es benéfico para la salud. Es un estado muy motivador, placentero, creativo, inspirador y reconfortante que nos aporta mucha energía y dicha. En sí es una experiencia de goce y felicidad que se comparte con otra persona.

Estas alteraciones bioquímicas a la hora de enamorarnos vienen dadas por una sustancia llamada feniletilamina, que aumenta nuestra energía y la producción de dopamina, la llamada hormona de la felicidad o del amor, relacionada con el placer y la satisfacción. Su aumento implica el éxtasis percibido, y naturalmente es un aumento no sostenible en el tiempo.

El riesgo en esta fase es asociar de forma indisoluble la gran satisfacción y felicidad, producidas en gran parte por los cambios químicos, con la persona que las produce, esta asociación es la fuente inicial de la que bebe la dependencia emocional. Confundir que solo X puede hacerme sentir de una determinada manera. Es decir, asociar/fijar una vivencia, personal e intransferible, a una persona “solo Toni me puede hacer sentir así”. De este terrible malentendido surge mucho dolor. Como decía un viejo amigo nuestro, “ellx es un estímulo, lo que sientes es tuyo”.

 

El final del enamoramiento: ¿El fin o el inicio de la pareja?

En el transcurrir de la relación de a poco se dan situaciones donde comenzamos a ver a la otra persona tal como es realmente, con sus facilidades y dificultades, con sus potencialidades y sus limitaciones. Cae el velo. Y en realidad, despertar del enamoramiento es la puerta de entrada a la relación de pareja, al amor de pareja. El enamoramiento es el primer acto de la gran obra de la pareja, y cuando acaba dependerá de cómo transitemos por ese despertar que pasaremos o no al segundo acto.

La dicha del comienzo es, a veces sí y a veces no, seguida por un reconocerse mutuo que puede fecundar en la construcción de una relación nutricia en el tiempo. Asentir a lo imperfecto de la otra persona, aceptarla tal como es, con su grandeza y sus miserias, decir sí a la imperfección, es en sí un gran acto amoroso. Aprendemos el arte de amar. Posiblemente es un arte que se aprende toda la vida.

Una de las creencias que más atormenta a las personas en una relación es que el amor se ha acabado, se confunde el amor con todo ese cúmulo de sensaciones iniciales, con un estado fusional y de amor incondicional continuum. Algunas personas pasan su vida enamoradas del enamoramiento, no permitiendo su transformación en una experiencia de pareja.

Enamorarse es el primer paso en una relación íntima de dos personas. En sí ya es una experiencia suficientemente rica y plena que merece ser vivida, la cuestión es que hemos de gestionar la finalización del enamoramiento para adentrarnos en la siguiente etapa relacional de la pareja, la fase del amor de pareja, la cual pide un esfuerzo consciente, lejos de la espontaneidad y la magia iniciales. Muchas relaciones se acaban después de esta fase inicial.

 

A nivel químico el enamoramiento termina y deja paso a la posibilidad de construir una relación, deja paso al amor de pareja.

La producción de las sustancias mencionadas decae con el paso del tiempo. ¿Por qué? Sencillamente nuestro cuerpo se acostumbra a dichas sustancias. Inicialmente, al ser una situación nueva, la reacción ante dichas hormonas es muy intensa, pero su producción continuada hace que el organismo se habitúe y nuestra respuesta disminuye ante un otro que percibimos más imperfecto de lo sospechado.

A posteriori será la producción de endorfinas lo que hará que en la pareja se viva una sensación de tranquilidad, comodidad o seguridad en contraposición a la euforia anterior. Es la sensación endorfínica la que se busca tener en la pareja. “Algo se tranquilizó en mi cuando empecé mi relación con Mónica”. Nuestra vivencia respecto a la pareja cambia, y nuestro cuerpo deja de reaccionar con esa euforia. Estas reacciones fisiológicas intensas dan paso a un deseo sereno de mantener un cierto nivel de seguridad y de serenidad afectiva.

Y ¿cuál es el problema de todo esto? El único problema, si es que existe alguno, es que no todas las personas aceptan esta transición de la misma forma.

 

El impasse: del enamoramiento al amor de pareja

Nuestro cuerpo responde ante el enamoramiento con un alud de sensaciones y emociones. Al cabo de un tiempo, de tres a seis meses, la vivencia del enamoramiento decae y lo aparentemente eterno se difumina ¿qué ocurre cuando esta etapa de la pareja termina?

El enamoramiento finaliza, la fusión inicial da lugar a una diferenciación, que puede llevar al final de la relación o al inicio del proceso de co-construcción de un vínculo que será la base del amor de pareja. Hay que tener en cuenta que en el post-enamoramiento la relación puede terminar por diferentes motivos como; los contrastes y diferencias, la falta de compatibilidad, la poca capacidad de compromiso, la represión de las propias opiniones y visiones del mundo, la caída afectiva… En esta etapa de tránsito es mejor verse un poco la cara, conocer a la otra persona y ver si es posible construir un vínculo amoroso sólido y duradero. Algunas relaciones no superarán este impasse, otras sí, y se constituirá una pareja con voluntad de serlo.

 

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